Sinapsis Informativo Médico - Estudiantil

Home | Ciencia Médica. | Sociedad y su Política. | Derechos y Atencion Primaria Salud | Debate | Opinion | Aquí Estudiantes. | Cultura. | RADICALES LIBRES | Conocenos. | Chat, Foro e Interactividades:
Debate

Autogestión académica:

La verdadera autonomía

Autogestión académica: La verdadera autonomía

 

Por: Rigoberto Lanz

Publicado el Jueves, 10/03/05 12:00am                                             

 

“La universidad responsable de la sociedad/mundo del Siglo XXI está comprometida con una reforma urgente de los modos de pensar”.

Edgar Morin.

 

La dimensión política del concepto de autonomía tiende a copar el interés en las discusiones públicas que están en curso. Ello es comprensible dado el historial de atropellos y barbaridades cometidas por gobiernos de todos los pelajes frente al mundo universitario. No sólo allanamientos, represión brutal y cerco permanente, sino una funesta tradición de hostilidad que ha construido con el tiempo una sensibilidad especialmente alérgica a cualquier intromisión de los gobiernos en asuntos académicos. Ese espíritu de rebeldía frente al poder central es una positiva herencia que debería cultivarse con esmero. Ello forma parte muy medular del talante de una universidad concebida como espacio de creación, como lugar privilegiado para el ejercicio de la crítica y la construcción utópica. No es universidad aquel lugar donde se aprenden destrezas técnicas y habilidades profesionales para el trabajo. La confusión proviene justamente del progresivo desdibujamiento de la universidad como centro de producción de ideas, como lugar de creación de conocimientos, como ámbito para los grandes debates. En ausencia de esta cualidad suprema las universidades fueron derivando imperceptiblemente hacia este subproducto del docentismo que consiste finalmente en la implantación del modelo de “clases”, la administración de “carreras”, como el pivote que ocupa el noventa por ciento de lo que hace efectivamente cada institución.

 

La posibilidad de revertir esta tendencia largamente asentada como sentido común dominante pasa por imaginar modalidades inéditas de gestión del conocimiento, es decir, supone rediscutir a fondo la idea misma comunidad que pueda legitimar la pertenencia a un proyecto intelectual común. La imagen tradicional del “profesor” y el “estudiante” habría que tensionarlas hasta que estallen. Con ellas no vamos muy lejos. La universidad del futuro no será más aquel lugar donde unos “profesores” enseñan a unos “estudiantes” el modo de adquirir una profesión para ganarse la vida. Ese circuito perverso arruinó el sentido trascendente de la universidad como residencia de las ideas. La cuestión es ahora transitar el camino que permita restituir la condición constitutiva de producción de conocimientos como misión primera de la idea misma de universidad. Ello no resuelve todos los problemas. Pero nos colocaría en el camino correcto, es decir, en la vía de calificar todo el desempeño de estas organizaciones bajo la mirada de la gestión del conocimiento (probablemente una de las cualidades más impactantes de la cultura posmoderna donde ya estamos hace rato).

 

Para emprender este camino es preciso dar un paso más agresivo en la idea pasiva de autonomía: debemos apostar a la palanca de la autogestión académica como dispositivo que reformule radicalmente la relación de la universidad con su entorno socio-cultural, con los actores que la constituyen, con la sociedad/mundo que le es esencial en los tiempos que corren. Autogestionarse ha de ser mucho más que protegerse paranoicamente de los “enemigos externos”. Se trata más bien de blindar la legitimidad de la función directiva, de dotar de sentido el ámbito de las comunidades reales, de fundar críticamente la pertinencia social del conocimiento, de asumir transparentemente la noción de compromiso ético que se devuelve como propulsor del sentido que la gente comparte en este espacio colectivo.

 

Esta perspectiva está abierta en la coyuntura venezolana actual (no la veo muy clara en otros ámbitos de América latina). Los esfuerzos de transformación deberían orientarse hacia horizontes de esta envergadura para no defraudar las expectativas de cambios que tanta gente está esperando. La lucha por la autonomía no puede significar una operación de encierro para que todo siga patéticamente igual. ¿Autonomía para proteger qué, a quién?

 

Me parece que el más decisivo asunto que debe ser asociado a la autonomía universitaria es el compromiso inequívoco de su transformación. Ya no en esta retórica oportunista que hemos padecido en los últimos años caracterizada por una avalancha de comisiones, decretos y promesas de todo género de inminente transformación en todas las instituciones de educación superior, con un único resultado visible: nada, absolutamente nada. ¿Será eso casual?

 

Alcanzar una plena capacidad de autogestión académica no será el resultado gracioso de una concesión del gobierno. Pero tampoco la continuidad del marasmo que padece todo el sistema de educación superior. Se trata entonces de empujar con fuerza, desde todos los lugares imaginables, aquellas iniciativas que conectan la autonomía universitaria con la voluntad de cambio, la independencia de gestión con la responsabilidad intelectual y ética de transformar lo que ya es inaguantable.

 

taller_eleca2000.jpg

Colaboracion: