Universitarios,
digamos mundo...
La salida
de Lucio Gutiérrez puso en la escena pública la revocatoria del mandato como mecanismo de democracia directa, la consigna
QUE SE VAYAN TODOS da cuenta de la crisis de la democracia representativa del país. Por ello es importante la construcción
de asambleas populares como espacios de poder alternativo, como lugares de confluencia no solo de actores sino también de
propuestas; en Quito se autoconvocan asambleas urbanas (la Floresta, la Villa Flora por ejemplo). ¿Pero qué pasa con las universidades, con los estudiantes, con
la juventud? ¿Qué ocurre con la institucionalidad que rodea a las nuevas generaciones? ¿Cómo construir estrategias que permitan
la participación activa y dinámica de los y las universitari@s?
Para
entender esto es preciso remitirnos a la historia de nuestras universidades, no se puede juzgar al todo por una de sus partes,
es preciso ver el todo inmerso en un proceso histórico y por lo tanto transformable. Actualmente, decir que la Universidad Central vive en medio de una disputa por el control
social y político entre las dos viejas élites, peyorativamente conocidas como chinos (MPD-PCMLE) y cabezones (PS) implica
desacreditar más de 20 años de luchas en el Ecuador. Lo que hace invisibles las luchas de los movimientos sociales con la
dirigencia del movimiento indígena en los 90, la formación de Pachakutik, así como la funcionalización de este a las políticas
electoreras del Estado ecuatoriano y muchos otros procesos (jubilados, GLBT, etc).
La universidad
ecuatoriana toma un giro en los 80 y mucho más luego de la caída del muro de Berlín en 1989, las instituciones de representación
social y política de los estudiantes no alcanzan a salir de la crisis de dirección; la fragmentación de las organizaciones
al igual que la despolitización estudiantil, que hasta pronto parecían solapadas, entran en escena y toman el rostro de inmovilidad
social. Sin embargo, la escena política de los 90 permitió que las diferentes organizaciones e iniciativas despeguen los ojos,
por un momento bastante breve, de los predios universitarios y se acerquen a pensar desde una óptica nacional.
Esto
pudo significar la superación del “entrismo” de la vieja izquierda (incluidos MPD-PCMLE, PSE y otros), que a falta
de escenarios obreros entró a la universidad a hacer más discurso que política, pero no fue así. La debilidad de los movimientos
sociales y mucho más las instituciones estudiantiles ha sido la carencia de propuestas de carácter nacional, se ha construido
un política “localista” que reproduce la conducta de la clase política a la hora de la elecciones: una suerte
de territorialidad bárbara en donde lo único que falta es poner letreros que señalen las “zonas” de los partidos,
como una guerra de pandillas o entre mafias.
Este
escenario de burocracia estudiantil y “garrote para los que no reconocen a las vanguardias” genera malestar y
descreimiento en los estudiantes porque los políticos se la pasan peleando sin llegar a proponer mayor cosa que no sea la
continuidad de su presencia en las elecciones. La juventud enfrenta un desafio máximo: decidir entre conservar las tradiciones
perniciosas del conformismo o atreverse a construir sus propios caminos en medio de las incertidumbres.
Los
problemas de los hombres entre sí se reselven en el terreno de lo social, pero aquellos conflictos de los hombres con el mundo
se resuelven en el terreno de la política. Es preciso que los y las universitari@s...digamos mundo y construyamos país.